En 2008, mientras cursaba mis estudios en Derecho y trabajaba a jornada completa, mi vida tomó un giro inesperado. Siempre decía que «algún día montaría algo», y con solo 23 años, me hicieron una propuesta y acepté montar una empresa de control de plagas con un compañero de trabajo y nuestro superior, todos a partes iguales. Lo sé, solo hay que ver lo mal que pinta… Yo era joven ¡y tenía ganas! pero tardé poco en pegármela, creo que mis ideas no encajaban… y efectivamente, al poco tiempo me la jugaron… en unos meses no solo me tocó renunciar a mi parte de la empresa sino que también dejé el trabajo.

Pero yo estaba seguro de que mi visión de negocio era la correcta y que tenía buenas ideas, por eso no dejé que ese bache marcara mi camino. Movido en parte por rabia y, hay que admitirlo, por ganas de venganza, fundé mi propio proyecto al mes siguiente. Así comenzó mi camino como empresario…

Mi emprendimiento prosperó, el primer año ya facturé lo mismo que ellos, en 2012 constituí la sociedad, en 2014 pasé a facturar casi el doble y para 2017 facturaba casi 4 veces más que mis antiguos socios…